jueves, marzo 30, 2006

El misterio de la serpientilla

Ahora que vivimos en una época de construcción masiva (aunque la mayoría de los ciudadanos no podamos beneficiarnos de ella), nadie se acuerda de que hace 14 años no viviamos en la nueva milla de oro del barrio. Para muchos, allá por el año 92, irse a vivir a las afueras era todo un reto; era irse a vivir a la jungla y nunca mejor dicho.

Antes, los alrededores de mi barrio no existían. Es decir, el bloque estaba literalmente clavado en medio del campo. Era bonito, no? No habia farolas, ni aceras,… y en invierno, cuando llovía, la maleza de los descampados te transportaba a los High Lands escoceses. Poco queda ya de esa vida casi rural.

Sin embargo, ahora, desde la falsa salubridad que nos otorga el urbanismo bestial al que hemos estado sometidos, nos acordamos, no con tristeza, de las plagas que asolaban nuestros portales y calles, antaño. Me acuerdo, por ejemplo, de aquella plaga de babosas a cada cual más gorda. Andar por la calle era como si andaras sobre un suelo de plasma (un extraño parecido con las plantillas esas para que no te duelan los tacones).

Otra vez, recuerdo que nos asolaron las cochinitas, que son estos bichitos tan curiosos que se enroscan y parecen bolitas negras. Son encantadores. Sobre todo cuando descubres un día, que la pared de tu portal ya no es blanca, sino que es negra por arte de la naturaleza. La naturaleza cruel de aquellos días.

No olvidemos las familias de lagartos, lagartijas... de eso va mi historia de hoy. Comparto con una amiga una fobia totatalmente fundamentada hacia las salamanquesas. El resto de anfibios también son un terreno vedado para mí, pero especialmente, considero, que las salamanquesas son los peores animalejos de la creación.

Son tan asquerosas que no hacen falta que acudamos a las leyendas urbanas para destestarlas. ¿Que si te vomitan en la cabeza te quedas calvo? Perdóneme, pero es que no me quedaría el suficiente tiempo debajo de un bichajo como ese para que le diera tiempo a vomitarme encima (si es que las salamanquesas pueden vomitar, aunque, por lo visto, las más gordas pueden)

Es un verdadera trauma el que pasabamos constantemente, ya que una de ellas, y de realmente asquerosa ralea, se habia apoderado de la rendija que iba desde el foco del portal a la pared, y se pasaba ahi engordando y medio albina, viéndonos pasar por debajo.

Afortunadamente a mi amiga le tocó la gorda. O la larga. Porque, debido a estas casualidades crueles de la existencia humana, fue a topar con el mismisimo diablo en una de las reformas de la casa. Nunca, poner un aire acondicionado centralizado, fue tan emocionante.

Parece ser, que una vez que se fueron los albañiles del piso y ya avanzada la noche, a mi amiga le dió por ir al baño (una molesta costumbre que yo no comparto) y se encontró con lo que se encontró. Una pequeña serpiente :) Lo que siguió despues supongo que no será dificil de adivinar, madre con la zapatilla en ristre, vecinos aporreando la puerta, la serpientilla que no se olia na, y por fín, una mano redentora cogió al animalejo y lo quitó del centro de la escena.

Desde aquel día, muchos no somos los mismos. Muchos todavia miramos con descofianza el lugar donde sabemos que reside el aparatejo del aire acondicionado y nos preguntamos qué se cuece entre las paredes. Según la leyenda, en las noches de luna llena, se escucha el serpenteo de la serpientilla pidiendo volver a su querido agujero.